La longevidad en los países desarrollados está conduciendo a que cada vez un número mayor de mujeres pasen un largo período de su vida en menopausia. Asimismo, la calidad de vida de los longevos exige mantenerse en condiciones físicas adecuadas para realizar actividades lúdicas y sociales en esta etapa de la vida. El estudio de la menopausia y los cambios asociados a la misma se ha incrementado gracias a la mayor expectativa de vida obtenida a partir de la segunda mitad del siglo XX y la incorporación de la mujer al mercado laboral con el consiguiente incremento de las exigencias de salud y bienestar independientemente de la edad.


La menopausia natural se produce en la mayoría de las mujeres entre los 48 y 55 años. En España la mujer llega a la menopausia a los 47 años, sin embargo a partir de los 40 años, los efectos de la reducción de la reserva folicular se hacen notar reduciéndose el número de ovulaciones desde 2 a 8 años antes de la menopausia hasta desaparecer completamente. La mayor frecuencia de ciclos anovulatorios condiciona una irregularidad de los ciclos menstruales, mientras que solo un 10% de las mujeres experimenta el cese abrupto de sus menstruaciones. Si bien factores como la herencia, menarquia, embarazos, etc. pueden ocasionar cambios en la edad de la menopausia, el principal factor tóxico relacionado con el adelanto en la edad de la menopausia es el tabaco.
Las manifestaciones clínicas de la menopausia dependen principalmente del déficit estrogénico. Tanto la disminución de estrógenos como de sus receptores provocan alteraciones a nivel de los diferentes tejidos efectores, pudiendo dividirse entre los que se presentan a corto, mediano y largo plazo:
– Manifestaciones a corto plazo (en la perimenopausia y postmenopausia inmediata): las más significativas son los sofocos y cambios del carácter como irritabilidad, nerviosismo, astenia, disminución de la libido, alteraciones del sueño, melancolía, depresión.
– Manifestaciones a mediano plazo (aproximadamente en los cinco años siguientes al cese de las menstruaciones): las principales dependen de la atrofia genitourinaria con síntomas en esta esfera (sequedad vaginal, incontinencia urinaria, etc), alteraciones de la piel y faneras (reducción de la secreción apócrina y sebácea y variación en la densidad del vello) y alteraciones de la grasa corporal (con distribución central) que se relaciona con un incremento del riesgo cardiovascular
– Manifestaciones a largo plazo (a partir del 6 año aproximadamente del cese de las menstruaciones). Las principales son la osteoporosis y el incremento del riesgo cardiovascular
La repercusión de estos cambios a nivel corporal se manifiestan como:
– Flacidez cutánea debida a la pérdida de colágeno de la dermis, deshidratación y atrofia epidérmica.


Flacidez muslos y abdomen. Adiposidad central
– Pérdida de volumen y masa muscular con disminución de la potencia y el tono muscular de las extremidades. Es frecuente también la laxitud y atrofia de los glúteos
– La pérdida de densidad ósea con disminución de la altura y cambio de la silueta.
– Alteraciones articulares degenerativas y deformidades óseas de los pies

Alteraciones de los pies. Hallux valgo
– A nivel del sistema vascular son más frecuentes los signos de enfermedad venosa crónica así como una mayor incidencia de edema de las extremidades inferiores por involución en el número y densidad de los capilares linfáticos.

Varículas y edema maleolar
Analizamos los cambios corporales que suceden en la mujer en relación con la menopausia y las posibilidades terapéuticas dentro del ámbito de la Medicina estética y calidad de vida.
Los cambios que pueden observarse a nivel de la grasa corporal dependen de la edad y del sexo. A partir de la pubertad el tejido graso es mayor en las mujeres que en los hombres, representa aproximadamente el 25% en la mujer y el 15% en el hombre. En las mujeres jóvenes la distribución de la grasa predomina en las caderas (distribución ginoide) mientras que con la edad disminuye el tejido graso de los miembros a medida que aumenta el de localización central. El incremento del mismo puede ocurrir a expensas de la hipertrofia (aumento del tamaño) o hiperplasia (incremento en el número de células adipocitarias). La hipertrofia adipocitaria está más relacionada con la obesidad abdominal y sus complicaciones metabólicas. Entre otros mecanismos, el desequilibrio entre las hormonas lipogénicas (insulina y cortisol) y las lipolíticas (hormonas sexuales, GH) favorecería el acúmulo de grasa abdominal. Los efectos de la insulina y el cortisol se equilibran con la acción de las hormonas sexuales y hormona del crecimiento, como estas últimas suelen descender con la edad mientras que los niveles de insulina y cortisol permanecen constantes, esto podría explicar la tendencia a la acumulación de grasa central con la edad en la mujer postmenopáusica.
También existe una diferencia en la respuesta al ejercicio según el sexo. El efecto del ejercicio sobre las mujeres, es impredecible respecto de los hombres y se ha sugerido una mediación endocrina en las diferencias atribuibles al sexo. Estudios en ratas machos y hembras sometidos a un programa de ejercicio físico han mostrado que las ratas hembras tienden a proteger su masa grasa incrementando la ingesta energética como compensación, hecho que no se observa en las ratas machos por lo que las mismas bajan la masa grasa.
Los cuidados y tratamientos preventivos desde el ámbito de la medicina estética deberían iniciarse en la perimenopausia, preferentemente hacia el inicio de la cuarta década de la vida, estableciendo:
– Consejos dietéticos y nutricionales para evitar la ganancia de peso: adecuar la ingesta al gasto metabólico de reposo
– Evitar hábitos tóxicos como el tabaco y alcohol
– Técnicas para el control del stress
– Pautas de ejercicio físico moderado
– Cuidados preventivos de la piel y mucosas
– Tratamientos complementarios con antioxidantes, melatonina, suplementos con omega 3, etc. de acuerdo a una análisis personalizado de estos requerimientos
– Diagnóstico precoz y control de los factores de riesgo cardiovascular
Recomendar la derivación al especialista en endocrinología para corregir posibles desequilibrios endocrinos como tiroideopatías, déficit de hormona del crecimiento, etc. así como control ginecológico para valorar beneficios de la Terapia Hormonal Sustitutiva.
En el ámbito de la medicina estética, además de los cuidados preventivos en dietética y nutrición, se pueden pautar tratamientos del contorno corporal mediante el uso de:
– Técnicas de ultrasonidos y electroterapia: para la reducción de las adiposidades localizadas y tonificación muscular
– Técnicas de mesoterapia/ intradermoterapia con fármacos autorizados
– Técnicas de terapia hidrotermal: para el control del estrés, mejoría del drenaje venoso, etc.